El último hombre es el primero en enterarse de que la humanidad ha llegado a su fin...el cine lo pone en evidencia y es evidencia misma de ello.
lunes, 27 de abril de 2009
Arrebato y Cinefilia 2
Desde este sitio, que es mi hogar, a esta hora, que no es tarde ni temprano para nada: once de la noche, se escucha una fuerte bulla de borrachos en proceso de terminar como zombies en la calle luego de que los echen del sitio en el que se encuentran, o sea que tendría que esperar dos horas más para sentir que el mundo vuelve a ser como era antes; que mi mundo silencioso, donde sólo admito mi ruido, ha vuelto. Sin embargo hay algo que sirve de paliativo para semejante perturbación: está lloviendo y a cada minuto con más intensidad. Y con la lluvia como música de fondo me pregunto qué film ver a continuación pues su sonido amerita una película especial, porque el clima, la hora y la compañía (si la hay) influyen fuertemente en la elección que se ha de hacer.
Han pasado quince minutos y la lluvia con su temerario avance ha logrado borrar por completo aquella felicidad adulterada que alteraba la mía, y el frio que la acompaña ha añadido más nostalgia a la noche confundiendo mi decisión. Miro el arrume de películas por ver y me pregunto con preocupación cuándo podré verlas todas pues la maravilla del internet , los amigos con películas y las videotiendas hacen crecer de manera rápida aquella lista desordenada, sin contar que allí no están films que quizás hubiese querido ver pero que es mejor “sacrificar” de antemano. Tomo un poco de mi aromática de canela y me pregunto si es perjudicial entonces la cinefilia en cuanto el impulso por ver todo el cine posible impide a su vez digerir completamente un film. Cuando hablo de digerir me refiero a hacer un análisis posterior, reflexionar y dejar que su aroma, como el de la canela, se evapore sin dejar de saborear, pero con el transcurrir de los minutos, o de las horas, o de los días eso que sentiste en el film desaparece y sólo si te dejó un sabor propio volverá a tu paladar aquel recuerdo. Porque ocurre que ves una película y al terminar sabes si te gustó o no, vas a la cocina, haces algo, coges otro film y luego otro y al finalizar el día has visto lo suficiente como para confundirte al día siguiente acerca de lo que viste.
Observo la lluvia que intenta penetrar por los orificios de mi techo y dejo que mi memoria traiga imágenes asociadas a este sentimiento originado por ella y ya no me importa no recordar qué película vi tal día, es una cuestión absurda ahondar en el asunto: se ve cine como se come y se digiere como se saborea. Solucionada mi pregunta, puedo mencionar varios films que por estos días aún me afectan el paladar: La cuestión humana , de Nicolas Klotz y Los amantes regulares, de Philippe Garrel, pero Arrebato, después de un mes de visto, aún me da vueltas en la cabeza, aún permanecen imágenes flotando en el aire, se han hecho parte de mis sensaciones y lo peor del caso es que me cuesta racionalizar el film. Lo compartí con una amiga y al final me preguntó que cuál era mi asombro con él, en términos coloquiales, que cuál era mi pendejada, qué dónde hallaba lo maravilloso de aquella película y yo le respondí, de forma poco profunda pero honesta, que justamente “eso” indescifrable, esa sensación de vacío era lo que lograba seducirme, ese desorden de ideas y referencias y locura y esa atmósfera de suspenso. Así que he decidido finalmente no darle más vueltas al asunto: de ahora en adelante cada vez que alguien me pregunte le diré que Arrebato me chupó la sangre y por lo tanto se hizo inmortal en mí (o yo me hice inmortal en él, parafraseando unas líneas del inicio del film).
Dejo a un lado mi obsesión por Arrebato, y el ambiente denso que forja en mí acrecentado por la lluvia, y miro de nuevo lo que hay por ver: historias de todo tipo, hablados y mudos, basura y arte, films comerciales que quizá ahuyentarían un poco esta sensación pero por otro lado, si la noche es melancólica, por qué negarse entonces el placer de un film romántico, o repetir alguno de Coixet, tal vez “La vida secreta de las palabras” y flagelarme sintiendo aún más esta soledad que los borrachos con su “alegría” han sabido disipar pero la sabiduría de la naturaleza ha acallado. Estiro mi mano al azar entre varios dvd y un arrebato lo ha impedido. Me quedo con él.
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Seferine ama el cine, por él muere y vive, recae y renace. En él se concentra lo que la vida esconde y no ofrece, al menos no siempre y no ahora. Bueno, eso dice ella y yo le creo porque entonces a quién sino a mí mismo. Porque ambos somos uno. Yo doy todo por ella y entre dialogo y dialogo me doy cuenta cada vez más de que somos muy diferentes pues los ideales no siempre son como uno los idealiza.